El primer Open Británico de la era McIlroy
Tiempo en el que apenas hemos sabido de él y que suponemos que ha invertido en digerir su gran triunfo. El hecho de que Rory esté situado como máximo favorito en todas las casas de apuestas no se debe tanto a que haya seguido un riguroso plan de preparación para llegar en las mejores condiciones al Royal Saint George’s, sino más bien a la portentosa exhibición que nos dio durante las tres primeras jornadas del Masters y los cuatro días que duró el U.S. Open. No sabemos el estado actual de su juego pero si está a un nivel similar que en los anteriores grandes, no nos imaginamos rival capaz de batirle.
La realidad, sin embargo, suele ser mucho más compleja y el norirlandés se enfrentará a nuevos y complejos problemas mañana cuando salga del tee del 1. En Augusta supo de la dificultad que entraña conseguir un grande y que uno siempre está a medio camino hasta que no ha cruzado la meta. Después del duro golpe siguió un camino por el desierto y demostró que estaba preparado, que sabía agarrarse a la victoria y desembocó en un triunfo aplastante en Congressional. Después de la caída se erigió por encima del resto. El Open Británico le pondrá a prueba a un nuevo nivel: desarrollar su juego con todo un mundo esperando otra victoria aplastante.
Rory ha empezado a jugar ya el Open, viendo entrevistas que le han hecho en los telediarios, leyendo sobre la relación que mantiene con su novia o incluso un documental que sacó la BBC hace unos días. Es el precio que está pagando por embelesar a todo el mundo del golf con una vuelta a la victoria al alcance de muy pocos y deberá lidiar con más presión que nunca. Tiger Woods sabrá perfectamente de qué trata toda esta situación: acaparar todos los focos, mover mareas de gente en cada golpe y no tener un momento de tranquilidad durante una semana, aunque se esté haciendo tan solo una vuelta de prácticas.
Es del propio Woods del que muchos se acordaron cuando vieron vapulear a Rory el Congressional, concretamente en su mejor versión hasta la fecha: Pebble Beach, año 2000. Desde aquella semana Tiger no solo volvió a ganar sino que también fue capaz de hacerlo en el último hoyo, en el último golpe. Y esa es una prueba que Rory también tendrá que pasar en algún momento. Es más sencillo ganar cuando todas las facetas de tu juego están completamente engrasadas y funcionando a la perfección pero cuando alga falla o está atascado, la mente empieza a jugar un papel crucial. Y aquí es donde esa expectación que Rory ha generado y que Tiger todavía genera cuando juega puede remar a su favor. Si es capaz de aceptarla como una nueva parte de sus vueltas podrá hacer al público rugir cuando falten tres hoyos y esté a otros tantos golpes del líder.
Quién sabe si por la cabeza de McIlroy han pasado estos pensamientos desde el U.S. Open. Es una nueva prueba que su deporte le pone ante sí y que muchos otros grandes jugadores, ahora leyendas del golf, pasaron en su día. Ser consciente de su influencia en el público es solo el primer paso para utilizarla a su favor. Esta semana no solo veremos si Rory sigue jugando como los ángeles, también podremos comprobar si sigue madurando a un ritmo vertiginoso.