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Media vida de mito insaciable

Michael Schumacher celebra una de sus innumerables victoriasDe tanto que lo cantó Gardel nos lo creímos, pero no era cierto. Veinte años dan para mucho. Al menos han sobrado para convertir a Michael Schumacher en el piloto más laureado de todos los tiempos. Hoy, «Schumi» celebra una cifra redonda: dos décadas en la Fórmula 1. El alemán hacía su debut con 22 años en el mítico trazado de Spa, el mismo que volverá a visitar este fin de semana, ya pasados los cuarenta.

Es casi imposible escudriñar el inmenso legado de Schumacher en los grandes premios. Todos sus triunfos, las remontadas y adelantamientos… Por eso suele echarse mano de la estadística, de los fríos números. En el caso del alemán son tan apabullantes que asustan: 91 victorias; 68 «poles»; 76 vueltas rápidas… Y por encima de todo, esos siete títulos que asoman como un Everest para cualquiera que intente la osadía de superarlos.

Los primeros pasos de Schumacher en la F-1 se sitúan a medio camino entre el puente de plata que se encontró Hamilton en McLaren y el más tortuoso emprendido por Alonso desde Minardi. El alemán saltó a los grandes premios mediada la temporada del 91, cuando los duelos ente Senna y Prost llenaban páginas de periódicos. Debutó con Jordan, un equipo de la zona media, sustituyendo al belga Gachot, que había sido arrestado en Londres por pelearse con un taxista. Su impecable actuación captó la atención de Flavio Briatore, a la sazón patrón de la escudería Benetton, y a la carrera siguiente el magnate italiano ya le tenía formando parte de su «troupe».

Desde sus comienzos Schumacher se ganó una merecida fama de piloto concienzudo y trabajador incansable. No era el más talentoso de la parrilla; tampoco el más espectacular, pero sabía pasar el rodillo como nadie. Siendo honestos, el Káiser, apodo con el que siempre se le ha reconocido, tampoco era el más limpio. En 1994 no dudó en llevarse por delante a Damon Hill para lograr su primer título. Nadie se explica aún cómo no le sancionaron. Repitió la jugada tres años después, esta vez con Villeneuve, cuando ya mandaba en Ferrari. Creyó «Schumi» que todo el monte era orégano y se equivocó. Su embestida al Williams del canadiense le costó una sanción ejemplar: pérdida del campeonato y retirada de todos los puntos del Mundial. Alonso también conoció sus malas artes en Mónaco, poco antes de que el español le tomará el relevo como almirante.

Schumacher afirma que aún le queda un año de cuerda. Sueña, al menos, con un último podio que rubrique su legendaria carrera, y quien le conoce bien apuesta a que lo conseguirá tarde o temprano. La fecha, el circuito y el carácter del personaje animan a pensar que este fin de semana puede ser el bueno.