Schumacher se lo toma con cerveza
Nadie ganó tantos títulos como él –se coronó siete veces campeón del mundo-, ni ostenta tantos récords, incluidos 91 triunfos, 68 poles y 154 podios. Nadie osó tampoco, hasta ahora en la F1, animarse a volver después de tres años de ausencia –no participó en 2007, 2008 y 2009-, corriendo el riesgo de opacar, con mediocres resultados, el mágico recuerdo que albergaba el imaginario colectivo deportivo en el mundo entero.
Pero el alemán Michael Schumacher, 42 años, cuya mejor ubicación este año ha sido un cuarto puesto en Canadá, y ha sido superado notoriamente por su joven compañero Nico Rosberg, no se da por vencido ni parece ser permeable a las críticas.
Lo cierto es que el piloto de Mercedes, que debutara el 25 de agosto de 1991 con Jordan, cumplió 20 años de permanencia en la categoría en el circuito belga de Spa, en su GP número 281. Un trazado donde ganó 6 veces, incluida la primera de sus 91 victorias, a un año de su debut, con Benetton, y la última hasta ahora, en 2005, con Ferrari.
Veinte años que marcan otro récord, de esos que invitan a levantar una copa y brindar. Una ceremonia que no ocurrió en la intimidad de su casa suiza, rodeado de su esposa y sus dos hijos, como todo buen jubilado que se precia, sino en uno de los escenarios que más ama en el mundo, a casi 300 km/h, a bordo de un auto de Fórmula 1.
En la clasificación le fue muy mal, porque se le salió una rueda en la primera tanda y mañana –además de darse el gusto de conducir antes de la carrera un Mercedes 300 SL cabrio de 1957-, estará largando último, pero no ha sido su culpa. Lo que cuenta es que aquí está, porque este deporte, una actividad a la que él mismo define no como un acto de coraje sino como un acto de poder, no es ni más ni menos que su razón de vivir.